lunes, agosto 18, 2008

YOLANDITA RIVERA



YOLANDITA RIVERA
La dama de la Ponceña

Por Sergio Burstein
sergio@comoenla.com

Considerada en cierta época como la segura sucesora de Celia Cruz debido a sus magníficas dotes vocales, Yolandita Rivera tuvo una etapa de auténtica gloria durante su estadía en La Sonora Ponceña, hasta que un problema familiar la apartó de la senda del éxito.

Como podrán apreciar todos los que la vean cantando en vivo el sábado 20 de este mes en el Florentine Gardens de El Monte, donde se presentará al lado de su ex compañero en La Ponceña Luigi Texidor y del ex Mulenze Pedro Brull, la dama conserva aún intactas sus virtudes como cantante, así como una distintiva energía que le permite tocar enérgicamente los timbales. Pero, fuera de sus actuaciones internacionales, la talentosa boricua espera poder grabar pronto un disco que la coloque en el lugar de respeto que se merece.

Antes de su paso por La Ponceña, Yolandita ya había estado en otras agrupaciones, empezando por su trabajo como corista en el grupo de Willie Rosario durante su estadía en Nueva York, a principio de los 70s. “Al regresar a Puerto Rico formé parte de Roberto y su Changó, un conjunto muy bueno; pero mi verdadero inicio profesional se dio con La Orquesta La Terrífica, cuando Joe Rodríguez era su director musical”, rememora la vocalista a través de la conexión telefónica que la comunica con nuestra revista. “Fue con esa agrupación que grabé mi primer elepé, en el año de 1976”.

Los días de Rivera con La Terrífica se acabaron pronto, luego de lo que ella define como “un encuentro inconveniente” al interior del grupo. “Yo estaba para cantar, no para pelear, y decidí salirme”, afirma. Tras varios meses de desempleo, y dispuesta ya a regresarse a la Gran Manzana, se encontró por casualidad en un semáforo con Quique Lucca –el fundador de La Ponceña– y le dijo que estaba buscando trabajo.

Entró con pie derecho a La Ponceña, ya que en 1977 grabó con la agrupación Borinquen, un tema complejo y cargado de pasión que se ha convertido en una especie de himno puertorriqueño. “Es muy popular en cada país que voy, aún entre los que no vienen de mi isla, lo que me llama la atención porque es una composición que habla directamente de Puerto Rico”, asegura ella.

Fuera de la cuestión temática, Borinquen tiene valor por su carácter musical: en su grabación original, la pieza empieza con una cadencia lenta que asemeja el sonido de una marcha (o danza), para asumir luego el agitado ritmo del montuno. “Y es allí donde empieza la movida del cuerpo, ya tú sabes”, dice la cantante, sin evitar cierta picardía.
Hablando de los términos que se emplean dentro de la música, hay que señalar que Yolandita se movió desde entonces en distintos estilos, como lo demuestra otra de sus interpretaciones populares con La Ponceña, Hasta que se rompa el cuero, donde ella misma hace alusión a la rumba.

“Soy cien por ciento boricua, pero vengo escuchando música cubana desde que tenía ocho años”, enfatiza Rivera. “Mi hermana mayor cantaba y, además de escuchar música de tríos, trabajaba como sastre y le hacía la vestimenta a gente como Bobby Capó, quien de hecho estuvo en mi casa”.

Un buen día, como lo recuerda Yolanda, hasta su mismo hogar en Ponce llegó una comitiva artística de Cuba encabezada por la cantante Celeste Mendoza, una figura que marcaría su destino. “Ella es mi mayor inspiración como cantante”, afirma nuestra entrevistada. “Creo sinceramente que la salsa viene de la Cuba de esos años, aunque se le haya puesto quizás el nombre acá”.

Dueña de una voz privilegiada, Rivera asegura no haber tenido nunca profesores de canto. “Este es un don de Dios; creo que es herencia de familia”, afirma. “En mi humilde casa vivíamos 24 personas; a la hora de ver televisión, no había cupo para todos los asientos, por lo que teníamos que ponerle nuestro nombre a cada banquito de madera para turnarnos. Y cuando empezaba el programa nos poníamos a cantar, porque mi papá tocaba plena”.

Yolanda reconoce que Pappo Luca –hijo de Quique e integrante esencial de La Ponceña– le enseñó mucho cuando ella se incorporó a la famosa orquesta. “Aprovechó que tenía buena audición y buena ‘retentiva’, y él mismo me decía que siguiera lo que hacía en el piano”, recuerda.

Orgullosa de su lugar de origen (“no es por nada, pero de aquí han salido cositas chéveres, como Héctor Lavoe, Cheo Feliciano, Ismael Quintana, Pappo Luca y, por supuesto, Yolanda Rivera”, insinúa ella), la cantante reconoce que se generó mucho malestar en el interior del grupo de los Lucca cuando ella se retiró de la orquesta, y que éste se prolonga hasta ahora, a pesar de que han pasado veintitrés años desde su salida.

“Esa gente actualmente no me quiere ni ver, y nunca hemos vuelto a compartir una tarima; no sé sus razones, pero me imagino que fue porque en esa época necesitaban mucho apoyo, porque tenían varios temas ‘pega’os’ ”, afirma Yolandita. “Pero yo no me fui para hacerme solista ni nada por el estilo, porque apenas estaba empezando; lo que pasa es que mi hijita de dos años estaba enferma, y como querían cortarle una pierna, decidí venderlo todo, incluyendo mi casa, para irme a Miami y salvarla”.

La estadía de Rivera en La Florida se extendió por cinco años, y le permitió retomar de algún modo las actividades musicales, ya que grabó un disco con el conjunto Fuerza Noble, dirigido por Gabino Pampini. De regreso a su país, a principios de los 90s, la cantante se unió durante tres años a la orquesta de Rubby Haddock, grabando con ella el mismo número de discos. Y desde hace unos siete años ha empezado a trabajar continuamente con el veterano Luigi Texidor.

Lo cierto es que, fuera de su pasado ilustre, los más recientes álbumes hechos por Yolandita con distintas orquestas resultan difíciles de conseguir; y no ha logrado aún grabar un disco como solista, aunque viene presentándose de ese modo desde hace varios años.

“Espero que algún productor se anime a ofrecerme una grabación antes de que sea demasiado tarde”, dice ella con una pequeña risa. “No me gustaría llegar a los 70 años amaneciéndome por ahí. Te voy a confesar algo: tengo 55 años… y aunque me las he arreglado para mantener en buen estado mi voz, me gustaría poder estar tranquila después”.

Sus viejas canciones siguen escuchándose frecuentemente en las radios de Puerto Rico, pero la boricua asegura que le resulta muy difícil conseguir trabajo en su propia isla, por lo que debe viajar constantemente a otras latitudes para recibir el calor del público.

“Es que últimamente todo se ha vuelto demasiado uniforme”, prosigue la artista. “El que hace salsa ‘monga’ se dedica sólo a la salsa ‘monga’, y el que hace salsa ‘gorda’ hace sólo salsa ‘gorda’. Ya no hay variedad en los discos como antes. Lo que hago yo en mis ‘shows’, en cambio, es interpretar un poco de todo”.

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